Si pensamos en cambios y en estaciones, la primavera sería la época «positiva» de los cambios. Simboliza renacer.
La naturaleza parece recobrar vida, e inclusive nosotros, que estábamos más encerrados por el frío (mirando televisión, leyendo… o comiendo), también recobramos las ganas de salir, de vestirnos con otros colores, cambiar de estilo, ir al gimnasio y recobrar la figura perdida entre la ropa de abrigo.
Del lado «negativo» podríamos tener al otoño, como sinónimo de pérdidas, de decaimiento, de fin de lo que en verano significaba calor, alegría, vacaciones, días más largos… y comienzo de clases o actividades.
Invierno y verano ya nos encuentran acomodados a los cambios, entregados de alguna manera al frío que nos espera en invierno, y esperando ansiosos la llegada del verano para disfrutar nuevamente del calor, las vacaciones, etc.
¿Pero cómo afrontamos los cambios?
Creo que hay dos maneras básicas:
- seguimos la corriente y hacemos lo que siempre nos han dicho que hagamos, lo cual implica «hacer lo que se debe» o al menos lo que se espera que hagamos,
- o nos hacemos cargo y tomamos decisiones, haciendo lo que sentimos y elegimos para estar bien.
La mayoría de las veces nos dejamos llevar por los cambios que se dan como las estaciones que, con grados más o lluvias menos, comienzan y terminan con día y hora previamente conocidos, y ya sabemos lo que pasará en cada una.
Pocas son las veces en las que elegimos los momentos de hacer los cambios, cuando sentimos que son necesarios, porque ya no estamos bien en una situación o porque sabemos que estaremos mejor en otra.
Pensá cuándo es el momento en que más personas comienzan una dieta, o se inscriben en un gimnasio, y entenderás de qué hablamos.
Comer sano y hacer ejercicio son hábitos que tendríamos que elegir por nuestro propio bienestar, más allá de que se vea o no nuestro cuerpo. ¿Por qué la preocupación surge en primavera? Porque nos enfrentamos al espejo sabiendo que los demás verán lo mismo que vemos nosotros, y no nos gusta. El espejo siempre estuvo, pero mientras los demás no nos vieran no nos preocupaba.
Es un ejemplo básico, pero…
¿Cuánto peso le damos a la mirada de los demás y a la apariencia, a lo de afuera?
¿Cuánto interés ponemos en nosotros mismos, en lo que nos hace bien y en lo que queremos POR NOSOTROS?
Los cambios no deberían «pasarnos». Los cambios tendríamos que «elegirlos» con más frecuencia de lo que lo hacemos.
Y cuidado que hay muchos prejuicios respecto a hacer cambios por uno mismo. Muchas veces podrás recibir comentarios como:
«¿qué estás haciendo?»; «¿por qué dejás ese trabajo que muchos quisieran?»: «es más fácil renunciar ante la adversidad que quedarse»; «¿por qué pedís comida saludable en pleno invierno?»; o… «vos no eras así»
Simplemente pensá si estás tomando una decisión por tu bienestar, actual o futuro. Si estás DECIDIENDO HACER O NO HACER ALGO PORQUE VOS LO ELEGÍS, y no porque esté estipulado por otros, porque es lo previsto, o porque siempre es así, o porque en setiembre empieza la primavera y en diciembre el verano.
Los cambios a veces pueden ser incomprendidos, o desvalorizados y hasta objetos de crítica, porque todo lo que sale de la norma puede serlo con más facilidad que lo que es común.
La pregunta hoy es: ¿qué querés para vos? ¿Cómo te sentís en X situación? ¿Sentís que te está haciendo daño? ¿Hacés daño a alguien si cambiaras?
Es posible que necesites un tiempo para que tu cambio sea ecológico (no se trata de huir y perjudicar a otros), pero es importante que te lo plantees, que tomes una decisión, comiences a actuar y no solamente esperes el próximo cambio de estación.
Así que, mientras tomás tus propias decisiones a conciencia… disfrutá el empuje de la primavera para hacer ESO que hace tiempo querés hacer, y no te has animado ;).
Lorena